
Año con año escuchamos -pero también sentimos- como sube la temperatura del planeta. Y nuestra huella de carbono tiene mucho que ver, sea por la forma en que vivimos y comemos, como producimos bienes y servicios y como trabajamos. Las ciudades se han vuelto espacios densamente poblados, y al llenar los lugares de manera horizontal, hemos buscado la verticalidad a través de los edificios.
El problema es que los edificios se han vuelto muy altos, y también son culpables de que la temperatura suba a nivel calle, sea porque reflejan mucha de la luz y el calor o porque alojan a cientos o miles de trabajadores y condóminos. Los edificios con altos niveles de vidrio en su fachada dan lugar a una alta reflectividad del acristalamiento y a un mayor consumo de energía.
Los edificios emplean poderosos sistemas de aire acondicionado para poder enfriar las oficinas (o calentar en invierno, o en latitudes muy al norte de los continentes). Desde hace varias décadas, los arquitectos y constructores han buscado la forma de minimizar estos exhorbitantes gastos de energía. Entonces entran en acción investigadores, académicos y la iniciativa privada con materiales para lograr el ansiado objetivo.
A decir de Archidaily.com: “Las fachadas son la interfaz entre el interior y el exterior de un edificio. Son las partes más llamativas y visibles de un edificio, lo protegen de los agentes externos y son uno de los principales contribuyentes a la creación de ambientes confortables ya que es donde se producen las ganancias y pérdidas térmicas”. Una fachada puede considerarse inteligente cuando se adapta a las condiciones ambientales y se transforma simultáneamente. Esto sucede a través de sus componentes (pasivos o activos), que se ajustan para adaptarse a las diferentes condiciones, respondiendo a los cambios que se producen en el exterior y en el interior del edificio.
En esencia son tres los agentes climáticos con los que hay que lidiar: el viento, el calor y la contaminación. Los edificios tienen que encontrar la “piel” que ha de protegerlos y las fachadas inteligentes son esa piel.
Las fachadas en principio están fabricadas con estructuras de acero y con amplios ventanales de cristal. Esto porque permiten el paso de la luz natural. Solo que eso conlleva también mucho calor al interior y poca ventilación. Bueno, pues las Smart facades están tratando de contrarrestar esos asuntos.
Hoy día existen cristales que cambian su apariencia cuando hay cierto nivel de luz, de temperatura o cuando se les aplica una tensión eléctrica. Con modernos vidrios es capaz de controlar la transmitancia de la luz, la transparencia y el fenómeno de la fusión de la nieve, para hacer los edificios más inteligentes y ecológicos.
Hay ciertos vidrios que cambian las intensidades de luz y de radiación ultravioleta e infrarroja. Son vidrios dinámicos que con la intervención del departamento de mantenimiento pueden mejorar el confort y disminuir el gasto de energía. Hay otros que pueden pasar de transparente a traslúcido sin modificar la transmitacia de luz y que por fuera pueden ocuparse como pantallas de proyección de video.
Los arquitectos de hoy día han empezado a aplicar los principios de la naturaleza para crear fachadas inteligentes conocidas como “Fachadas Biomiméticas” o “Biomimicry”, es decir, imitar la naturaleza y aplicarla al diseño. Se dice que se puede encontrar inspiración en cualquier lugar y los arquitectos han creado diseños inspirados en la piel humana, el panal y los organismos vivos.
Los tres parámetros de diseño de las fachadas inteligentes biomiméticas son el aire/viento, la sombra y el clima, que está relacionado con el confort térmico y visual.
La biomímesis es el ejemplo perfecto para reducir, si no erradicar, los problemas creados por el hombre con soluciones naturales.
Hay muchísimos nuevos materiales inteligentes, algunos de ellos todavía en fases de experimentación: utilizar agua salada en una fachada de malla; la sal que queda después de la absorción del agua actúa como el revestimiento exterior o vidrios de fibra triangulares unidos para formar una red continua que actúa como muro de sombreado de un edificio. El muro puede situarse a 2 metros del exterior del recinto. Su principal responsabilidad es mantener la ganancia o pérdida térmica dentro del edificio reaccionando a la dirección del sol.
Donde hay espacio, algunos nuevos edificios se están cubriendo con una estructura que funciona como una sombra (un cascarón con cientos de agujeros bien calculados), misma que actúa con algunos elementos móviles para ir actuando de acuerdo a la posición del sol.
Las fachadas inteligentes emplean tecnologías y avances científicos de vanguardia para mejorar la calidad de vida de quienes viven y trabajan en edificios.
Las fachadas inteligentes son ya una solución obligada para constructores y arquitectos, pero es responsabilidad de las empresas de tecnología informarse, porque tarde que temprano tendrán que hacer intervenciones con subsistemas de automatización y control en edificios.
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